El proceso supuso decenas de reuniones, pruebas y ajustes, en las que se tomaron decisiones clave: elección de materiales que transmitieran honestidad, paleta cromática alineada con la identidad, proporciones que equilibraran áreas de exposición y de encuentro, recorridos pensados para invitar a descubrir el stand paso a paso. Cada ajuste, a veces sutil y otras radical, respondía a una misma intención: que el visitante no solo viera bicicletas, sino que entendiera la marca detrás de ellas.
El resultado fue un espacio que funcionaba en varios niveles. Cumplía con la exigencia práctica de un stand ferial —flujo de personas, visibilidad, exposición de novedades—, pero también generaba una atmósfera coherente con lo que ORBEA es y quiere proyectar. Era un entorno que transmitía innovación sin artificio, cercanía sin perder rigor, y una visión clara de la bicicleta como herramienta de transformación. Un lugar pensado para vivirse, no solo para mirarse.
Este trabajo se enmarca en un proyecto más amplio que estamos desarrollando con ORBEA: la creación de una guía global de espacios. Un documento estratégico y visual que define cómo debe expresarse la marca en tiendas, corners, showrooms, ferias y eventos, asegurando que cada contacto con el público mantenga la misma fuerza y consistencia. El stand de Eurobike fue una primera pieza dentro de esa visión: una forma de empezar a construir, metro a metro, la manera en que ORBEA se vive en el mundo real.